La revista Human Evolution, en conjunto con los investigadores de la Universidad Rockefeller, en Nueva York, y la de Basilea, en Suiza, han publicado un estudio sobre el ADN mitocondrial, que es la central de energía de las células, de cinco millones de especímenes de 100,000 especies animales.
En esta investigación se encontró que las diferencias genéticas promedio de dos seres humanos cualesquiera, de los 7,600 millones que hay en el mundo, no son mayores que las existentes entre dos sencillos gorriones o unas palomas. Los científicos analizaron más de cinco millones de códigos de barras mitocondriales, ensamblados por científicos de diferentes países durante los últimos quince años, en la base de datos de GenBank, de acceso abierto y mantenida por el Centro Nacional de Información Biotecnológica de EE.UU.
Al revisar las diferencias genéticas que van, desde un abejorro hasta aves, encontraron variaciones genéticas sorprendentemente pequeñas, mientras que entre una especie dada y todas las demás, la distinción era muy clara. Jesse Ausubel, de la Universidad Rockefeller explica lo siguiente: «Si un marciano aterrizara en la Tierra y conociera un grupo de palomas y otro de humanos, uno no parecería más diverso que otro, de acuerdo con la medida básica del ADN mitocondrial». Para complementar, el investigador Mark Stoeckle, de la Universidad de Basilea, explica en términos parecidos: «La cultura, la experiencia de vida y otras cosas, pueden hacer que las personas sean muy diferentes, pero en términos de biología básica, somos como las aves».
La evolución es implacable y las especies están siempre cambiando. Por tanto, el rango de variación dentro de cada especie, nos da una pista sobre cuándo apareció. En otras palabras, cuanto más antigua es, mayor es la variación genética promedio entre sus miembros.
Podemos esforzarnos por sentirnos únicos, recurrir a la cultura y crear identidades notables, pero genéticamente tan solo nos distinguimos un 0.1% entre nosotros, la diferencia típica dentro de una especie. Realmente, una nadería más que suficiente, para echar por tierra el más mínimo intento supremacista.