Nadie imaginaría que el primer ser vivo terrestre en viajar al espacio exterior, fue una pequeña perra abandonada en las calles de Moscú.
La perra, de nombre Laika, fue capturada junto con otros canes, por científicos; estos pensaban que el haber vivido en la calle los habían acostumbrado a condiciones extremas, por lo que tendrían el rigor de enfrentar varios retos.
Este inocente animal fue sometido inmediatamente a un duro proceso de entrenamiento y adaptación, Laika estuvo encerrada en pequeñas jaulas que progresivamente eran reemplazadas por otras más pequeñas, esto para acostumbrarla a espacios reducidos, como sería en el compartimiento en el que viajaría en el espacio.
A sólo un mes del lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik 1, el máximo dirigente soviético, Nikita Jruschev, expresó su deseo de conmemorar el 40 aniversario de la Revolución, con la puesta en órbita del primer cohete tripulado por un ser vivo, un arriesgado golpe propagandístico.
Improvisando sobre la marcha y con gran esfuerzo, los ingenieros desarrollaron una cápsula (el Sputnik-2). Esta disponía de un arnés especial para combatir los efectos de la ingravidez, evitando que el animal empezará a flotar chocando descontroladamente contra las paredes, incorporaba dispensadores de agua y alimentos en forma de gelatina. Poseía instrumentos de medición de la radiación solar y rayos cósmicos, un sistema de generación de oxígeno y de absorción del dióxido de carbono, junto a un ventilador, para mantener una óptima temperatura ambiente. Para Laika se diseñó un primitivo traje espacial.
Nunca hubo posibilidades reales de que Laika sobreviviera a la misión, y menos de traer al pobre animal a la Tierra, ya fuera vivo o muerto, puesto que no se había desarrollado aún tecnología adecuada para estos fines. Sin embargo, originalmente, la agencia oficial de noticias TASS informó que Laika se comportaba bien y que se encontraba en calma, realizando su vuelo espacial, y que en pocos días volvería al planeta descendiendo a bordo de la cápsula, con apoyo de un paracaídas.
Lo cierto es que al iniciar el viaje, la telemetría mostró que, durante el lanzamiento, el pulso de Laika se triplicó y estando en órbita ésta se hallaba inquieta y nerviosa, aunque ladraba y se alimentaba normalmente.
Laika sólo sobrevivió durante cuatro órbitas a la Tierra, como resultado de problemas térmicos en la cápsula. Problemas en el diseño, impidieron que la nave se separara de la última etapa del cohete y el animal tuvo que soportar una humedad y temperaturas muy altas (sobre 40 grados centígrados).
El Sputnik-2 reingresó en la atmósfera terrestre, el 14 de abril de 1958, con Laika fallecida en su interior, desintegrándose totalmente.
Previo al viaje espacial de Laika, muchos científicos sostenían que los humanos no sobrevivirían a la extraordinaria aceleración del cohete o a las hostiles condiciones del espacio exterior, por ello, los animales de laboratorio, perros en el caso soviético, primates en el caso norteamericano, fueron los pioneros que cimentaron el camino a las misiones tripuladas por humanos.