Sí, las personas de la Edad Media solían hacer el sueño en dos partes, como si aprovecharan el tiempo de la noche para hacer cosas en lugar de dormir de corrido.
El historiador Roger Ekirch tiene estudios desde 1990 sobre cómo era la nocturnidad entonces, conocer el ciclo de sueño de los humanos a través de la historia, sus usos y costumbres le parecía realmente interesante y con los años fue mucho más claro, aquí te contamos sus hallazgos.

En el testimonio de una persona que vivió en el siglo XVII se encontró que al declarar los hechos de un crimen mencionaba que aún no terminaba “su primer sueño”, lo que llevó a Ekirch a afirmar lo que él venía investigando, las personas de la Edad Media dividían la noche en dos y tenían dos momentos de sueño.
Más tarde Ekirch le denominó a esta forma de dormir “sueño bifásico”; también encontró referencias al sistema de dormir dos veces en cientos en cartas, diarios, libros médicos, escritos filosóficos, artículos periodísticos y obras de teatro.
Según sus investigaciones el primer sueño se tomaba antes de las 22:00 horas y se cenaba después del mismo, la gente se las arreglaba para dormir entre las 21:00 y las 23:00 horas, así que al ser el primer sueño se dormían prácticamente en donde pudieran y con quien estuviese a su alrededor así fueran desconocidos.
El primer sueño solía concluir a las 23:00 horas y se quedaban despiertos de las 23:00 a la 1:00, dos horas que de acuerdo con Ekirch se utilizaban para hacer cualquier cosa y normalmente eran bien aprovechadas, no tenían una alarma por lo que ese despertar era totalmente natural para ellos sobre todo eran utilizadas para “socializar y tener sexo”.

Finalmente, el segundo sueño se tomaba a la 1:00 y el despertar podía ser al amanecer o más tarde dependiendo de los quehaceres de la persona. Ekirch comprobó entonces que el periodo de sueño es beneficioso a nivel biológico (incluso algunos animales siguen adaptándolo para ser más productivos durante el día), el sueño bifásico se vio forzado a terminar por la inminente llegada de la revolución industrial, ya que la presión alteraba el ritmo cardiaco y las luces artificiales alteraron la costumbre.
Hoy ya no queda nada del ciclo de sueño natural en las grandes ciudades.

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