En Whitechapel, un lugar de Londres, las personas vivían con el miedo de que algo terrible les pasara, ya que en el año 1888 al menos 5 mujeres prostitutas fueron encontradas cortadas del cuello, cara, abdomen y genitales para extraerles los órganos.

¿Quién era el asesino? Aaron Kosminski, un peluquero de 23 años, esquizofrénico, era el mayor sospechoso.

Con la duda de confirmarlo, el empresario Russell Edwards compró un chal de seda que supuestamente era de Catherine Eddowes, la segunda víctima de aquel hombre. Se la dió al Doctor Louhelainen, para que la comparara con el ADN de Matilda, hermana del asesino. Los rastros de semen identificaron al inmigrante polaco como “Jack el Destripador”, el misterioso asesino en serie más relevante de la época.

El policía encargado de la investigación a finales del XIX nunca consiguió las pruebas suficientes para hacer a Kosminski responsable de sus actos, a pesar de que alguien decía haberlo visto al momento del crimen.

Aunque éste descubrimiento es un gran logro sustentado por una prueba genética, para otros, es un acto con falta de evidencias como lo comenta Mick Reed, ya que no hay registro de que realmente el policía haya sido el primero en llegar al lugar y tomar la mascada.

Mientras que Hansi Weissensteiner, un experto en ADN mitocondrial de la Universidad de Medicina de Innsbruck, en Austria, dice que el análisis no es decisivo para confirmar al sospechoso.

Lo que sí es cierto es que cada vez más la ciencia y la tecnología apuntan a tener mejores herramientas a la hora de descifrar misterios.

Fuente: El ADN de Jack

@10DedosDeFrente