El impulso humano tiene como instinto de supervivencia a aquel que le llamamos miedo y que todos tenemos. Para bien o para mal, puede ser inspirador de arte o el motivador de una guerra.
El miedo se encarga en muchas ocasiones de hacernos conscientes de los peligros, nuestro cerebro lo interpreta como una lucha constante de emociones incluso cuando dormimos. Cuando esto ocurre, se activa la amígdala encargada de desencadenar todo el sistema del miedo, nuestro cuerpo aumenta la presión arterial, la glucosa en la sangre y la adrenalina, los músculos se ponen tensos, los ojos se mantienen abiertos y las pupilas se dilatan, incluso llegando al pánico.
Aunque en las sociedades prehistóricas el miedo era un gran aliado a la hora de buscar qué comer, cuidarse de un depredador o del clima, conforme fueron creciendo las sociedades y las creencias, el miedo fue el causante del control de masas, como en el caso de los nazis, la consolidación de sistemas políticos o la religión.
La exploración de los sentimientos más oscuros del ser humano y la enfermedad es otra vertiente. Desde que el ser humano tiene conciencia de sus miedos, los usa para regocijarse de la muerte o cuestiones sobrenaturales, o para mantenerse en pie como en el caso de las fobias sociales, las angustias modernas o la pandemia del COVID-19.
Fuente: Miedo