Se dice fácil, pero el gradual hundimiento de la CDMX es mucho más preocupante de lo que sabemos y la ciencia lo confirma. A pesar de finalizar la perforación de los mantos acuíferos subterráneos de la CDMX hace 50 años, el daño está hecho y resulta irreversible frenar el hundimiento.

Con una recopilación de más de 115 años de estudio del subsuelo mexicano, la revista JGR Solid Earth expuso que el lago donde se construyó la Ciudad de México se ha vuelto cada vez más seco, la arcilla que está en el subsuelo se está comprimiendo además de volverse seca. Gracias a esto muchas zonas de la ciudad capital se hunden a una velocidad alarmante.
Una de las principales razones por las que la CDMX se hunde a gran velocidad ha sido la extracción de agua potable del subsuelo. Los mantos acuíferos sobre los que se construyó la ciudad se han secado, esto ha provocado una inestabilidad en la tierra y a esto se suma el crecimiento de la mancha urbana en la zona, además de una sobrepoblación por metro cuadrado.
Eddie Bromhead, de la Universidad de Kingston, expone que «Si pones edificios pesados en ese tipo de terreno y usas cimientos poco profundos, el suelo se compacta», es por eso que la Ciudad de México se hunde cada vez más rápido, además, los mantos acuíferos no se han rellenado nuevamente por lo que existen huecos en el subsuelo del Valle de México.

Lo preocupante del fenómeno es que el hundimiento también se presenta en zonas no urbanizadas. Hasta mediados del siglo XX el hundimientos del suelo era de 9 centímetros por año, en las últimas dos décadas ha aumentado hasta 40 centímetros en el Centro.
El mayor riesgo que se presente es el hundimiento irregular de la ciudad. Mientras en algunas zonas alcanza valores muy altos, hay otras que presentan cifras no tan alarmantes. El hundimiento irregular puede significar la ruptura de la infraestructura citadina. Con fracturas irregulares se podría contaminar los mantos acuíferos del Valle de México y a la postre significaría escasez de agua potable para la Ciudad de México.
Aquellos con poder adquisitivo podrían mudarse de la ciudad, pero quienes no cuentan con los ingresos necesarios para subsistir deberán afrontar la contaminación del agua y claro está el hundimiento de la Ciudad de México.
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