La ciencia ha llegado a la conclusión de que el universo no tiene principio ni fin, es mucho más lejano a la percepción de espacio que tenemos los seres humanos.
Cuando pensamos en el origen del universo, lo primero que pensamos es que todo empezó por el Big Bang, pues ahora Bruno Bento, investigador del Departamento de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Liverpool, en Reino Unido afirma que quizás ni siquiera hubo un comienzo.

Bento es coautor de un artículo académico titulado «Si el tiempo no tuviera un comienzo», que aún está bajo revisión por parte de otros expertos. Su teoría difiere del concepto tradicional que tenemos sobre el paso del tiempo, plantea un pasado infinito y ve al Big Bang como un evento más en un cosmos que siempre ha existido.
La física moderna tiene dos teorías que nos ayudan a explicar el universo. Por un lado, está la mecánica cuántica, que describe las interacciones y partículas subatómicas y por el otro lado está la relatividad general, que funciona muy bien para explicar la gravedad que rige lo que ocurre en el mundo macroscópico.

Entonces, lo que se necesitaría para explicar lo que ocurrió durante y antes de esa singularidad es una teoría que unifique la mecánica cuántica y la relatividad general, aquí es donde entra en juego la propuesta de Bento.
En su artículo, Bento recurre a la teoría de los conjuntos causales, un enfoque de la gravedad cuántica que sostiene que el espacio-tiempo está formado por unos bloques de construcción, «átomos de espacio-tiempo», que van formando elementos.
De esa manera, la teoría de conjuntos causales resuelve el problema de la singularidad, porque según su visión no puede haber nada más pequeño que un átomo de espacio-tiempo, de esa idea para proponer que los conjuntos causales se han ido formando infinitamente, por lo cual el Big Bang no sería el comienzo del universo.
El trabajo de Bento ofrece los primeros pasos para establecer una comprensión matemática del Big Bang y su posible prehistoria ya que el investigador reconoce que esta idea del devenir asincrónico suena como un acertijo fantasioso, para el cual es necesario un nuevo tipo de matemáticas para entenderlo.
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