La caída de los gatos y la de los objetos pesados que rotan en el aire mientras van tomando equilibro, era el interés del científico francés Antoine Parent, quien publicó una investigación sobre el tema en el año 1700.
Él proponía que al igual que un objeto pesado podía girar hacia su lado pesado debido al choque de la gravedad y una fuerza de flotación hacia arriba, un gato en caída libre podía ajustar su columna vertebral para voltearse, moviendo su centro de gravedad sobre el centro de flotabilidad.
En el siglo XIX la ley de conservación del movimiento angular decía que un objeto comienza a girar a partir de que otro objeto gire en sentido opuesto, como una silla giratoria de oficina. Un gato, en el momento en que comienza a caer, debe empujarse hacia fuera de su cavidad para crear una rotación inicial que lo haga aterrizar sobre sus pies.
Sin embargo, en 1894 el fisiólogo Etienne-Jules Marey presentó una secuencia inédita de fotografías de un gato cayendo, desmintiendo la hipótesis anterior, ya que un gato sin ninguna rotación puede caer de pie, aunque se doble, gire o mueva varias partes de su cuerpo cae parado sin ningún movimiento angular.
El movimiento, de «doblar y girar» para enderezarse de un gato es posiblemente el más importante de estos mecanismos y fue mostrado por los fisiólogos holandeses G.G.J. Rademaker y J.W.G ter Braak, en 1935.
Es un movimiento que hasta la fecha no deja de estudiarse, pues la NASA quiere enseñar a sus astronautas a girar en ambientes flotantes sin gravedad, lo que minimiza el daño físico gracias a la ejecución de su caída.
Los gatos son conocidos por un sinnúmero de secretos y su reflejo para caer de pie sigue siendo un misterio.
Fuente: Los gatos caen de pie